Resumen: Se sabe que experimentar un trauma es causal de estrés y se asocia a problemas de comportamiento en perros, pero ¿qué pasa al experimentar el trauma de otros? Este artículo revisa lo que sabemos sobre las respuestas conductuales al presenciar traumas en otros animales y analiza la investigación observacional sobre los efectos potenciales de presenciar traumas intraespecíficos en perros.
Siempre hay un intenso debate sobre la forma en que los humanos tratan a los perros. Existe un conflicto sobre los métodos de entrenamiento utilizados, que incluyen el castigo positivo y entrenamiento balanceado, versus el trabajo libre de fuerza y basado en refuerzo positivo, por ejemplo. Las formas en que se utilizan los perros que no sean para compañía, como el trabajo, deporte y caza, entre otros, se examinan en detalle y a menudo por una buena razón. Incluso estamos en desacuerdo sobre los entornos en donde viven los perros: ¿los perros pertenecen al interior de los hogares o afuera al aire libre, y debiesen vivir en cautiverio o con libertad de movimiento en el exterior? Donde sea que coexistan perros y humanos, hay debate.
Cuando pensamos en estos temas complejos, a menudo reflexionamos sobre cómo debe sentirse ese perro en particular, y esta empatía nos puede crear sentimientos de incomodidad, por lo que nos sentimos obligados a responder a estas situaciones y entrar en discusiones. Lo que generalmente no vemos en circunstancias en que hay más de un perro presente, es el impacto que tiene la situación en los otros perros que observan lo que sucede.
A través de mi investigación de doctorado en antrozoología en la Universidad de Exeter, consideré a los perros como testigos de trauma, y pasé mucho tiempo observando grupos de perros en cautiverio (jaulas de transporte) que se usaban periódicamente para cazar en Chipre. Quería ver si la empatía en perros era observable y, de ser así, considerar cómo podría afectarles presenciar una situación de trauma en otro perro. Comparé estas observaciones con mi propio grupo de perros que viven como animales de compañía en un entorno familiar bastante libre.
Las observaciones que hice contaron dos historias: la primera fue una de comportamientos de estrés crónico, y la segunda, una de miedo dirigido a extraños, como también ansiedad y miedo generalizados. Ambos conjuntos de comportamientos fueron indicadores de angustia y aislamiento que demostraron el impacto perjudicial que tuvo este tipo de alojamiento en espacios tan reducidos sobre el bienestar psicológico y calidad de vida de estos perros.
Los perros que se mantenían en jaulas demostraron que pasaban mucho menos tiempo durmiendo o relajados durante los períodos de observación en comparación con mis perros.1,2,3 Estaban en estado de alerta y en ocasiones hipervigilantes: en paso estereotipado, venteando (olfateando el aire), girando en círculos o ladrando. En el grupo de perros enjaulados, la mayor parte del tiempo estuvieron de pie, en lugar de acostarse o sentarse. Esto puede deberse al tipo de suelo, que a menudo era de tierra o piedra y se ensuciaba con orina y heces. En algunos casos se les proporcionaron cajas, pero parecían ser lugares que usaban para esconderse en vez de relajarse o dormir. Algunos perros preferían pararse sobre las cajas, lo que les otorgaba una mejor vista de su entorno y una sensación de seguridad.
Ocasionalmente se vieron perros lamiendo persistentemente la misma área de su cuerpo (acicalamiento alopático). Este tipo de comportamientos observados son indicadores de estrés crónico.4,5,6
El estrés a largo plazo genera la producción de hormonas asociadas como el cortisol, y la falta de movilidad por excesivos períodos de tiempo puede provocar estrés oxidativo y daño tisular, el precursor de desequilibrios oxidativos.6 Me pregunté si el paso estereotipado y giros (estereotipias) eran comportamientos adaptativos para contrarrestar estos efectos o un mecanismo psicológico de afrontamiento.1,2
Según Mills et al. (2014), el estrés afecta la salud física, mental, y social de los animales, y todas estas dimensiones alteradas afectan a su vez al bienestar del animal.7 Argumentan que la disminución del estrés de fondo así como de estresores específicos, debe ser el foco de atención en el tratamiento de comportamientos asociado a estrés en perros domésticos. Como los perros de caza enjaulados no pueden escapar de los factores estresantes específicos ni del estrés de fondo, sus condiciones se vuelven crónicas y difíciles de manejar para ellos, resultando en disminución del bienestar y la salud.
Un ejemplo de algunos incidentes traumáticos en lo que me vi involucrada fue este: en octubre de 2017 algunos turistas caminaban por el campo de Koilli, distrito de Paphos. Resultó que se encontraron con dos jaulas que contenían perros en muy malas condiciones, enfermos, demacrados, y junto con ellos los cuerpos en descomposición de varios perros tirados en el suelo. Los perros tenían comida cruda podrida, agua negra estancada, y los pisos de las jaulas estaban cubiertos de heces y orina. Los perros que estaban vivos fueron testigos del hambre y la muerte de sus congéneres, además de hacer frente a su propio trauma personal.
Otro ejemplo fue un perro que se consideró que ya no era útil para cazar por lo que fue asesinado a tiros frente a sus compañeros de jaula. Esto era algo común, ya que se consideraba mejor que abandonar al perro en el campo y más barato que la eutanasia veterinaria.
El diario Cyprus Mail informó de otro caso en 2017.8 Doce perros de caza vivían en una jaula ubicada en un terreno en Zakaki, distrito de Limassol. Se prendió fuego fuera de la jaula de manera deliberada, lo que mató a nueve de los perros. Un vecino notó el fuego a las 6 de la mañana un día sábado y se apresuró a intentar abrir la jaula, salvando a tres perros que lograron escapar pero para los demás ya era demasiado tarde. Se llamó a bomberos para apagar el fuego. Dos hermanos eran los dueños de los perros, y se dijo anecdóticamente que los perros molestaban a los vecinos con sus ladridos. Solo podemos comenzar a imaginar cómo deben haber sido estas experiencias para los sobrevivientes que presenciaron la muerte de sus compañeros caninos menos afortunados.
¿QUÉ PODRÍA SIGNIFICAR PARA UN PERRO SER TESTIGO DE UN TRAUMA?
Las definiciones de fatiga por compasión y tipos de trauma varían. Charles Figley, quien ha publicado mucho sobre el tema, proporciona una descripción que se aplica tanto al trauma secundario como al trauma vicario. Él lo explica como: “los comportamientos y emociones naturales que resultan del conocimiento sobre un evento traumático experimentado por un individuo significativo, que incluye síntomas similares a los que se encuentran en las personas directamente expuestas al trauma, como imágenes intrusivas, hiperexcitación y evitación.” 9 Esta definición sugiere que es una reacción normal al ver eventos que los humanos encuentran espantosos.
Ser testigo de un evento traumático podría tener efectos negativos en los perros en la medida que puedan experimentar empatía. Entonces para comprender los efectos de presenciar el trauma en los perros que estaba estudiando, primero tuve que examinar la literatura sobre la empatía en animales no humanos.
El estudio de la empatía en animales se ha convertido recientemente en un área de interés popular, a pesar de las acusaciones previas de antropomorfismo.10,11 Con tantos científicos que ofrecen tantos paradigmas y conceptos diferentes del fenómeno, puede ser un desafío encontrar un método para registrarlo. Ana Pérez-Manrique y Antoni Gomila revisaron gran parte de la literatura sobre dos formas complejas de empatía en animales no humanos: preocupación comprensiva y toma de perspectiva empática.12 Al hacerlo, crearon un criterio que me ayudó a decidir cuál sería el impacto y la respuesta de presenciar trauma en los perros.
La figura 1 muestra las definiciones y componentes de sus criterios. Sí observé angustia y lo que pudo haber sido una preocupación comprensiva, pero ambos componentes se observaron más en mi grupo de perros de compañía. Por ejemplo, si uno de mis perros aullaba al pisar un objeto con filo, los otros corrían a investigar y le daban un empujón o le lamían la cara, lo que provocaba un movimiento de cola y el alivio inmediato de la angustia del perro que había aullado.
Componentes | |||
1. Reacción | 2. Respuesta | 3. Resultado | |
Consolación (preocupación comprensiva) | Reacción orientada a otro en respuesta al estrés/ situación/necesidades:
Niveles de excitación moderados ;coincidencia no emocional Se necesita cierto nivel de regulación del control emocional.
|
Respuesta orientada a otro: son intentos de mejorar el estado del otro (respuestas de acercamiento). | Alivio de la parte estresada. |
Estrés personal | Reacción centrada en sí mismo en respuesta al estrés/situación/ necesidades de otros:
Sobre excitación; coincidencia de estado emocional. No se necesita regulación de control emocional. |
Respuesta centrada en uno mismo: intentos de mejorar la propia angustia (respuestas de escape). | Alivio del estrés del propio individuo. |
Ayuda Empática Dirigida (toma de perspectiva empática) | Reacción orientada a otro en respuesta al estrés del otro y después de una apreciación cognitiva de la situación:
Nivel moderado de excitación. Se requiere regulación de control emocional.
|
Respuesta flexible orientada a los demás: ayuda precisa o atención adecuada para la situación de la parte afectada. | Mejora de la situación de la parte afectada. |
Figura 1. Definición y principales componentes del consuelo (preocupación comprensiva), estrés personal y ayuda empática dirigida (toma de perspectiva empática) (Pérez‐Manrique & Gomila, 2018. p.250).
Esto pudo ser por una variedad de razones. En primer lugar, mis perros de compañía no estaban confinados ni sujetos de la misma manera que los perros enjaulados o en perreras y eran físicamente más libres para responder a la angustia de otros. En segundo lugar, al ser un grupo grande, en caso de ocurrir desacuerdos ocasionales, por ejemplo sobre un juguete favorito, se observaron comportamientos afiliativos y comprensivos posteriores al conflicto como apartar la mirada, cola baja, orejas bajas, lamerse los labios, mover la cola y agacharse lo que permite la resolución del conflicto. En comparación, los perros enjaulados demostraron sobreexcitación e hipervigilancia lo que llevó a intentos de esconderse o escapar, o a comportamientos para reducir la angustia tales como estereotipias, acicalamiento obsesivo y lamido excesivo de un punto de cuerpo.
No estaba claro si la preocupación comprensiva se debía a la empatía hacia un individuo o más bien un medio para restablecer la homeostasis del grupo. Es posible que, sin darme cuenta, haya reforzado positivamente los comportamientos de preocupación al reforzar los comportamientos que antropomorficé como compasivos. Al hacerlo es posible que los haya hecho más propensos a repetir estos comportamientos. Mi grupo de perros ha formado un vínculo conmigo y se podría argumentar que esta relación ha mejorado sus habilidades sociocognitivas para mantener un vínculo afectivo. Pasé más tiempo observando a mis perros mientras compartían en mi casa, mientras que el tiempo de observación de los perros en perreras fue más limitado.
No podemos descartar la posibilidad de que los perros tengan empatía por otros perros. Evidencia de que diversas especies son sensibles a la angustia de los demás se ha presentado durante décadas en especies como ratas, ratones y monos.13,14,15 También hay evidencia de un comportamiento reconciliador o afiliativo postconflicto en los perros.16 Aún así, según Sonja Koski, esta forma de consuelo alivia poco el estrés. Su trabajo fue con chimpancés cautivos, Pan troglodytes, por lo que usar esta información en el contexto de los cánidos puede no ser relevante. Gran parte de la literatura busca encontrar evidencia de respuestas empáticas en perros, se enfoca en las interacciones entre perros y humanos más que entre perros.17,18,19
Mylene Querval-Chaumette et al. (2016) presentaron su investigación sobre las respuestas empáticas en perros mascota a la angustia de sus congéneres.20 Explican que los perros que viven en grupos sociales coordinan la defensa de su territorio usando un sistema de comunicación visual y vocal dentro de sus grupos. Argumentan que esto apunta a “la necesidad potencial de una acción sincronizada y, por lo tanto, un beneficio directo en la capacidad de reconocer y reaccionar frente a la expresión de emociones de sus congéneres, o incluso compartir su estado interno”. Estuve de acuerdo, ya que los perros de caza enjaulados fueron muy vocales cuando me vieron por primera vez, comunicándose no solo entre ellos sino con cualquier otro perro que pudiera escucharlos.
La investigación de Chaumette también demostró que los comportamientos de los perros no eran solo una respuesta automática impulsada por el contagio emocional (imitación de expresiones faciales, vocales y posturales en lugar de empatía), sino una indicación de la capacidad de compartir los sentimientos de los demás.
Después de estar expuestos a gemidos, los perros optaron por consolar a su compañero familiar sin ninguna solicitud o señal de angustia emitida por el otro perro, en lugar de acudir a su tutor en busca de consuelo. Parecían verse afectados por las situaciones angustiosas de los demás y respondieron a ellas proporcionando interacciones espontáneas con sus congéneres o incluso con miembros de otra especie como los humanos.
No observé comportamientos de empatía en los perros enjaulados, y como se mencionó anteriormente, mantenerlos de manera individual o en pareja, no necesariamente favorece la aparición de estos comportamientos. Es un área que requiere más investigación dado que el trabajo de Quervel-Chaumette et al.’s (2016), utilizó perros mascota como sujetos de experimentación.20 Pérez-Manrique and Gomila señalan: “estudios futuros deben examinar el efecto de comportamientos afiliativos no solicitados en cánidos, y también características como la existencia de un sesgo de familiaridad en esos contactos”.12
Lo que fue evidente a través de mis observaciones fueron los intentos por auto calmarse de varios de los perros. El comportamiento de calmarse a sí mismos fue un indicador de estrés y ansiedad. Mostraron comportamientos como lamerse las patas y paseo estereotipado para aliviar su sufrimiento en lugar del de un congénere. Sin embargo, no se puede descartar que su estrés era en respuesta a la angustia de otro perro.
HUMANOS QUE SON TESTIGOS DE TRAUMAS AJENOS A LOS HUMANOS
El alivio del estrés de los testigos humanos fue un factor al que debería haber prestado más atención durante mi investigación con el grupo de perros de caza enjaulados. De hecho, en retrospectiva, el efecto de presenciar la angustia de otra persona pareció impactarme más de lo que me di cuenta en ese momento. Fue como si, una vez que mis ojos se abrieron al sufrimiento, lo notaba cada vez que salía de la casa. Podía escuchar perros ladrando y aullando en jaulas por todo el campo, sus gritos llegaban hasta el valle. Me sentía ansiosa al conducir en caso de que viera un perro callejero demacrado y una sensación de obligación a recogerlo. Empecé a sentirme más sobreprotectora con mis perros y, durante mi investigación, sumé otros tres perros rescatados a mi grupo de seis, ya que no podía ignorar sus súplicas. Estos fueron actos simbólicos de rescate de los perros de caza que había visto y no hice nada para salvarlos. Por alguna razón, los responsables del sufrimiento de sus perros no parecían reconocer que los perros sentirían o experimentarían el sufrimiento de la misma manera que ellos.
“Ser testigo puede llevarte fácilmente a la locura o exacerbar problemas de salud mental preexistentes. Puede generar nuevas heridas psicológicas y emocionales. También puede abrir otras viejas heridas, te preocupas de las cicatrices y de pronto te das cuenta que lo que pensabas estaba resuelto y sanado, o al menos contenido, se abre de nuevo, con toda su crudeza exponiéndose al mundo. Para mí, el acto de ser testigo ha hecho ambas cosas”.21
Josephine Donovan discute esto y argumenta que los animales no humanos deberían tener un estatus moral:
“… un fuerte argumento para otorgar estatus moral a las criaturas, es persuadir a los opresores de que aquellos a quienes oprimen, son sujetos que tienen sentimientos, no muy diferentes a los del opresor. Esta postulación de similitud u homología sirve para hacer posible la empatía o la simpatía. Si uno ve al otro como una criatura que sufre de la misma manera que uno mismo, entonces uno puede imaginarse en la situación de esa criatura y así experimentar imaginariamente su dolor. De ese modo, se le otorga implícitamente un estatus moral comparable al propio”.22
No podía entender la mentalidad de los humanos “dueños” de los perros de caza enjaulados, quienes veían a los perros como objetos. Me volví insular de tal modo que estreché mi criterio y mi ira se dirigió hacia amigos y familiares. Fui hipersensible a cualquier comentario sobre el trabajo o los animales no humanos en general. Eventualmente, esto me llevó a la depresión y me di cuenta que necesitaba tomarme un descanso.
Mi fatiga por compasión sólo se me hizo evidente cuando sentí que ya no me preocupaban los perros. Había pasado de testigo a observador. Ya no sentía pena ni compartía su dolor; sin embargo, extrañamente, el miedo de perder y llorar a mis propios perros se volvió abrumador.23
Para las personas que presencian sufrimiento, no es inusual caer en situaciones como la que experimenté. Ser testigos de eventos traumáticos no está exento de riesgos y es un fenómeno reconocido de quienes trabajan con humanos y no humanos enfermos, heridos o traumatizados. El enfoque de la fatiga por compasión se centra en la profesión veterinaria, sin embargo muchas personas que trabajan con animales en otros entornos también la experimentan. El trabajo con animales puede ser extraordinariamente gratificante, pero la paradoja es que también puede ser traumatizante. Si los traumas superan las recompensas, los ingredientes para la fatiga por compasión están ahí. Polachek y Wallace exploraron esta noción dentro de su investigación y encontraron que “construir relaciones, el dolor del cliente, y las barreras para entregar una atención adecuada, son factores que se relacionan con una mayor fatiga por compasión”.24 Interpreté su conclusión en el sentido de que cuanto mayor es la inversión emocional, mayor es el riesgo de fatiga por compasión. Sin embargo, esto no reconoce el efecto acumulativo que puede tener el ver situaciones dolorosas en otro individuo. No se trata necesariamente solo de la relación, sino de ver constantemente un “goteo” de situaciones de trauma que se van acumulando y que finalmente llegan a un nivel que resulta completamente abrumador. Esta exposición a largo plazo se define como trauma vicario25(Bride, Radey y Figley, 2007) y se cree que es diferente al estrés traumático secundario o por fatiga por compasión. El trauma vicario puede “desarrollarse después sin que necesariamente haya una relación continua con una fuente de trauma como podría ser otro individuo que sufre”.26
Me pregunto si aquellos que eligen presenciar el sufrimiento de otros, tienen una empatía particular hacia aquellos a quienes presencian. Si es así, esto los pondría en un mayor riesgo de trauma indirecto y fatiga por compasión. Figley también observó que aquellos que tienen una gran capacidad de empatía, tanto sentida como expresada, tienden a sufrir más fatiga por compasión. Pienso en cómo podría medirse esto en animales no humanos, ya que sabemos que experimentan y demuestran empatía.27-32 ¿Esto hace que especies e individuos específicos corran más riesgo de sufrir un trauma indirecto? Esta área requiere más investigación, particularmente en el contexto antropocéntrico donde es probable que los no humanos sean testigos del sufrimiento de otros, como en la producción de alimentos y las ciencias biomédicas.
Consideremos por un momento a los perros que ven sufrir a sus congéneres sacrificados en refugios de alta mortalidad, o presencian el sufrimiento de otros en laboratorios, o incluso los animales en clínicas veterinarias que escuchan los gritos de los que se someten a procedimientos en la habitación al lado. Este tipo de eventos seguramente impactan a quienes los presencian. Por lo tanto, tal vez sea hora de que prestemos atención a los testigos de trauma tanto animales no humanos como los humanos. Una mayor comprensión sobre el impacto del sufrimiento intraespecífico en los testigos animales no humanos podría generar un cambio, o al menos influir positivamente en cómo se lleva a cabo la mercantilización y explotación de animales no humanos. Este tipo de investigaciones y entendimiento finalmente se filtran hacia la política y la educación, que forman parte del núcleo para la creación de cambios.
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Traducido por Alejandra Santelices
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