Reactividad Ambivalente En Perros: Adaptabilidad De Los Distintos Tratamientos En Función De Las Necesidades

Uno de los problemas de conducta más frecuentes a los que los tutores de perros debemos enfrentarnos hoy en día es la reactividad. Hay múltiples causas para que un perro sea reactivo, incluso por estímulos positivos como por ejemplo excesivo entusiasmo al saludar a otra persona o perro. Pero una de las causas más frecuentes es el miedo y uno de los estímulos más frecuentes, hacia otros perros.
Muchos vivimos en grandes ciudades con multitud de estímulos que los perros se ven obligados a gestionar, ya que somos nosotros quienes les incluimos en nuestras familias: ruidos, tráfico, mucha gente desconocida, luces, bicicletas y patinetes a toda prisa, etcétera. No es un entorno sencillo para ellos y, con suerte, si el perro tiene una buena base genética y nosotros realizamos una correcta socialización, puede aprender a gestionar correctamente el entorno. Pero si el perro tiene ya algún problema y/o una mala y/o socialización deficiente, la cosa se complica. Paso a explicaros mi caso:
Imán es un bichón habanero de 2 años y medio de edad. Llegó a nuestra casa con 2 meses y medio, habiéndose criado hasta entonces en una casa familiar, con su madre, hermanos y otros perros. Hasta ahí, todo perfecto. Llegó junto con Nur, su hermano de camada, ya que siempre he tenido claro que quería tener dos perros. Considero que el vínculo y beneficios para ellos son incomparables.
A los días de llegar y cuando pude comenzar a sacarles a la calle, comprobé que tenían una base genética miedosa importante. Comencé con paseos cortos, sin forzarles a acercarse a nada ni nadie y a distancia de los nuevos estímulos que tuviesen que conocer y gestionar. Aún así, ambos se asustaban un día tras otro, de otras personas, cualquier cosa que pudiesen ver en la calle y les resultase extraña aunque estuviesen a distancia, etcétera. Ambos comenzaron también a “abalanzarse” contra bicis y patinetes. Viéndolos, perros miedosos de manual, pese a haber tenido una socialización variada y progresiva, nada invasiva y sin un solo susto o mala experiencia. Trabajando con ellos su autocontrol, confianza y su vínculo conmigo, por suerte pude lograr que ambos superasen por completo estos miedos. El problema que se agravó y enquistó fue la reactividad de Imán hacia el resto de perros.
Nunca le forcé a que se relacionase ni se acercase a otros perros. Desde los seis meses, se alejaba de ellos, ya fuese suelto o con correa. Si no quería relacionarse, era su opción y yo no tenía por qué obligarle. El problema fue que, semanas después, comenzó a ladrarles tanto si se acercaban como si no. A pesar de que comencé a trabajar con él para mejorar en ese aspecto, la reactividad fue escalando posiciones, hasta que llegó a la típica escena del perro que entra en reactividad ladrando, gruñendo y tirando de la correa como un loco, para “echar” al otro perro, aunque estuviese a 50 metros de distancia (“bendita” valencia negativa que les impulsa a acercarse a aquello que les da miedo).
A pesar de ser lo que conocemos como un “perro faldero”, Imán no es un perro fácil, tiene varias características que hacen complicado el trabajo con él: miedo de origen genético, plasticidad neuronal muy baja, bajo autocontrol a pesar de haberlo trabajado mucho con ellos.
En ese punto en el que estábamos hace un par de años, tenía que tomar las riendas de la situación de algún modo, así que empecé a pedir ayuda profesional, y también a formarme por mi cuenta para entender el por qué de esa conducta, y poder ayudarle con conocimiento de causa. Fue en ese momento cuando empecé a trabajar principalmente con la gestión del umbral de la distancia donde él no reaccionase, rebajar sus picos de estrés y empezar con el contracondicionamiento y habituación.
Gracias al contracondicionamiento, fui consiguiendo reducir las distancias con otros perros aunque dependiendo de cada situación, más o menos de unos 50 metros a unos 15-20. Pero ahí nos quedamos estancados, imposible avanzar en muchos meses. Algo no cuadraba, y era que su tipo de reactividad había cambiado: pasó de ser una reactividad puramente emocional debido al miedo (si traspasaba su distancia mínima, entraba en rapto emocional sin atender ni a mi voz ni a los premios, y con baja capacidad de recuperación una vez el perro se iba), a una reactividad instrumental, es decir, una pura cuestión de hábitos habiendo mecanizado el “echar” de esa forma al otro perro, o a que yo me alejase. Pude corroborar esto porque yo ya podía estar a unos 7-8 metros de otro perro, y él se seguía poniendo “frenético” contra el otro perro, pero sin embargo en cuanto yo le decía el comando “busca” o le hacía la señal para que me mirase, desconectaba automáticamente, y sin una sola señal de mínimo estrés.
En este momento, tuve que plantearme que no podía continuar con el mismo tratamiento de contracondicionamiento porque al igual que su tipo de reactividad había cambiado, yo también debía actualizarme en el tratamiento y la forma de afrontar esas situaciones.
Otros educadores y etólogos con los que estuve trabajando me dijeron que siguiese con el contracondicionamiento y la gestión de las distancias, pero yo consideraba que ellos conocían a Imán sólo de unas pocas horas, y no era un caso nada habitual, así que teniendo ya unos conocimientos base amplios y conociendo también a mi perro mejor que nadie, sabía que tenía que adaptarme y trabajar con él de la manera particular que él necesitaba.
Me decidí por la técnica del moldeado libre, dejándole decidir (obviamente dentro de sus posibilidades, no podía dejarle decidir abalanzarse contra otro perro), y premiar con mi voz y con premios cada vez que realiza la conducta deseada, o sea, cuando mira a otro perro o sabe que hay alguno cerca, y le observa sin reaccionar.
No quiero obligarle a relacionarse si no quiere, sino simplemente que no reaccione así. He tenido que forzar un poco las distancias hilando muy fino y estando muy pendiente de su lenguaje, hasta llegar al punto en el que se focaliza en el otro perro y alguna vez lanza algún ladrido (también escojo perros equilibrados, un border collie persiguiendo una pelota es una utopía para nosotros), pero sabiendo que no voy a pasar la línea en el que llegue a un pico de estrés como para que entre en reactividad emocional, sino para que esté focalizado, pero siga atendiéndome y tenga que hacer ese esfuerzo mental para decidir no reaccionar y poco a poco, elimine ese hábito que creó. Creo que esa es la clave para él, de esta técnica del moldeado libre: por un lado que tenga que usar su sistema cognitivo y por otro que, gracias a usarlo, desarrolle su autoconfianza así como su gestión emocional. ¡Y en este punto estamos!
Creo que tomé la decisión correcta porque llevo pocas semanas trabajando así con él, y como podéis ver en la foto, está a muy poca distancia de otro perro, sabe que está ahí porque antes le había visto y recogido información olfativa, y además está de espaldas a él mirándome despreocupado. Sí, el otro es un perro senior y no se está moviendo, pero os aseguro que esto para Imán ya es un auténtico triunfo. Y por qué no decirlo… ¡para mí también!
Así que, como conclusión, creo que no podemos ceñirnos solamente a un tipo de trabajo o tratamiento porque encasillamos el problema de conducta, sino que como deseamos en los perros, nosotros también debemos trabajar nuestra plasticidad neuronal y estar muy atentos día a día a lo que nos comunica cada perro, ya que como individuos con su propia personalidad, carácter y genética, hay que evolucionar y adaptarse a lo que necesitan, sirviéndonos de todas las técnicas (avaladas científicamente y no aversivas, sobra decirlo) que estén en nuestras manos.
Ana Sardina tiene 43 años y vive en Madrid, España. Siempre ha sido una apasionada del mundo canino y desde que ha podido, ha tenido perros. Aunque su profesión actual no tiene nada que ver con este mundo, su punto de inflexión llegó con Imán, su actual “pequeño cabezón” –como le llama cariñosamente– y también su maestro, gracias al cual decidió cursar un máster en Etología Canina y Terapia Asistida con Animales, y formarme con cuanta información y profesionales fiables y constatados pudo encontrar.
COMPARTIR
Muy interesante artículo. Te pediré consejos para mi perro Zar de 7,5 años, porque tengo un problema similar al tuyo, aunque el si tuvo una mala experiencia con otro perrete que le atacó siendo cachorro y a partir de ahí sus miedos hicieron que reaccione ante la mayoría de los perros, y desde que está en reposo por una óperacion en una pata, ha empeorado en su actitud hacia otros perros, e incluso perraa.
Gracias por este artículo.